Era un caserío chiquito con apenas dos calles sobresalientes:Balmaceda
y los Carrera. Una pequeña industria de alcoholes que tenía unos cuantos
trabajadores y un comercio de pueblo rural con escasos almacenes. En torno
al villorrio destacaban extensos viñedos, otorgándole una fisonomía
absolutamente agreste al lugar.
Los recuerdos del antiguo comerciante José Benigno Pinto Albornoz,
de 50 años, quien se radicó allí en 1960, permiten configurar el panorama
que ofrecía Laja en esa época. "Esto era muy chiquito". Todo giraba en torno
a la estación de Ferrocarriles y a la pequeña destilería de alcoholes", señala.
La desición de la Compañía Manufacturera de Papeles y Cartones S.A.
de construir allí una fábrica de celulosa vino a transformar radicalmente a
Laja. "Esta empresa ha significado un desarrollo total para Laja.
Pocos
pueblos tienen la suerte de vivir lo que Laja ha vivido. De un paradero de
de trenes se ha convertido prácticamente en una ciudad, con una intensa
actividad en el comercio, en el transporte, en el deporte, en la cultura y
en la recreación ", dice Pinto, presidente de la Cámara de Comercio de
la localidad.
Y, a propósito de comercio, rememora que en la década del 50
los locales establecidos eran contados con los dedos de las manos, " pero
hoy somos 461 los comerciantes establecidos, y entre los cuales hay 103
con patentes industriales, o sea, propietarios de talleres de diversos
rubros que presentan servicios y que han surgido producto de la industria".
Laja es hoy un pueblo en pleno desarrollo, con una población que ha
crecido desmesuradamente, estimada en unas 25.000 personas.
"El dedsarrollo de la localidad ha descansado mucho en la Papelera y
es por ello que la gente piensa que el fisco le falta tambén poner de su
parte", acosta el dirigente gremial, presidente también desde el año 1964
de la Asociación de Rayuela de Laja, agrupación que afilia a 9 clubes con
unos 1000 aficionados a una actividad que, al igual que el fútbol, es muy
popular entre los habitantes.
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